Del Libro "SOLO" de Richard Byrd
El Guerrero Pacífico
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Lo que piense la gente de tí no te debe importar mucho siempre y cuando sepas cuál es la verdad. Aunque en ocasiones importa bastante si te mueves entre titulares de periódicos. Porque en ese momento es cuando aprendes que no hay un sola verdad, sino dos: Aquella que conoces por los hechos y la que la gente, o parte de la gente con mucha imaginación, adquiere por osmosis. No ocurre a menudo que la persona involucrada escuche esa segunda verdad, sus amigos son quienes lo hacen. Una de esas verdades fue… ante esas historias me habría sorprendido, me habría enfadado. Pero ahora ya no.
Esto lo cuento para aclarar algunos malentendidos que se producen cuando un hombre intenta hacer algo que se sale de lo común.
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No era verdad que tuviera que sacar algo de lo mochila; sólo quería estar solo. La soledad siempre me había parecido un lugar real, como si no fuera un estado, sino más bien un espacio a donde podía retirarme para ser quien de verdad era. No era un sacrificio, sino algo que “quería hacer”. De hecho, empieza “Solo” admitiendo que “realmente quería ir por la propia experiencia”. Había comentado que el aislamiento individual es una de las cosas más inalcanzables
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La experiencia me había enseñado que el secreto de la protección no es la cantidad o el grosor de la ropa, sino la talla, la calidad y, sobre todo, la forma de llevarla y tratarla. El material ideal no es completamente impermeable, pero deja pasar suficiente aire como para que no se acumule la humedad
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Al hacer las botas cinco centímetros más largas y medio centímetro más anchas que los zapatos normales favorecía la circulación. Las baratas botas de excursionista que el chico calzaba no eran impermeables ni termoaislantes. Lo miré con semblante inexpresivo. Mis botas no podian quedarme pequeñas: eran las únicas que tenía. Me acordé del hombre que me hizo subir y bajar por una pequeña rampa de madera en la tienda precisamente con ese fin: asegurarse de que los dedos de mis pies no se comprimían contra las punteras de la bota cuando descendía y que los talones no rozaban con la parte de atrás cuando ascendía.
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Fui en busca del botiquin, saqué los comprimidos de yodo y eché un par en el agua, a modo de refuerzo, por si, en algún momento, me veía obligada a beber agua posiblemente contaminada. Tuve que esperar 30 minutos a que el yodo actuara para poder beber sin peligro. Los pies son los más vulnerables al frío. Se enfrían antes y se mantienen así más tiempo que cualquier otra parte del cuerpo. Esto se debe, en parte, a que la circulación de los pies no es tan buena como el resto del cuerpo y el frío de la nieve llega a ellos por la conducción y crea condensación. A lo mejor los dedos de mis pies se enfriaban primero y luego morían. Mientras bailaba arriba y abajo para doblarlos y recuperar la circulación se me congelaba la nariz y, para cuando me había ocupado de eso, se me había congelado la mano. Congelarse hasta morir debe ser extraño. A veces te sientes muy bien. El entumecimiento da paso a una profunda ausencia de sensaciones. Eres tan ajeno al dolor como un hombre bajo los efectos del opio.
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Aprendes a confiar en tu propio autocontrol. En tales momentos te invade algo que se asemeja a la felicidad, pero no es un sentimiento en el que puedas confiar para seguir adelante. Lo que mantiene la cohesión de la empresa en la escalada en solitario es la confianza absoluta en uno mismo.
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No hay mejor manera de cónocer tus puntos flojos que salir a solas. En grupo es más fácil delegar. Aquí no tienes escapatoria. Tendrán que entrenar previamente alguna cosas como cocinar, montar una tienda...y sabrás si tu material es necesario revisarlo. Hacer una excursión a solas te dará confianza y te conocerás mejor, y al ir a tu ritmo podrás deleitarte con el paisaje. Ir solo a la montaña dejará fluir tus pensamientos.
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Por las mañanas, es una tarea difícil sacarme del saco de dormir. Siento como si me hubieran drogado. Pero me digo una y otra vez que si me rindo, si dejo que este sopor me lleve, nunca despertaré. Siempre he valorado la vida, pero nunca hasta el punto en el que lo hago ahora. Las palabras no tienen el poder de describir lo que significa que la vida vuelva a brotar en mí. He estado pensando en todas las cosas nuevas que voy a hacer y en las cosas anteriores que voy a hacer de forma distinta, si es que consigo salir de aquí en algún momento
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Es una buena costumbre imitar los rasgos positivos de los animales, igual que imitamos las cualidades positivas de algunos humanos.
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Sócrates me ha dicho que me ponga a la escucha de mi cuerpo y que no me fíe ni de lo que leo ni de lo que la gente me dice.
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Saca la basura de tu mente. Basura es todo aquel pensamiento que te distraiga de lo que realmente importa: estar presente plenamente en este momento, aquí, ahora
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Into the Wild-Hacia Rutas Salvajes
Sin llegar a la cumbre
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Es cierto que añoro la compañía inteligente, pero hay tan pocas personas que he aprendido a contenerme. Me basta con estar rodeado de belleza [...]
Ahora me dirijo hacia tierras salvajes, para vivir en plena naturaleza
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Los pensamientos van por delante de las emociones, por eso creí que era el momento de darse la vuelta atrás
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En lo que respecta a mi regreso a la civilización, no creo que se produzca pronto. Todavía no me he cansado de los espacios salvajes; al contrario, cada vez estoy más entusiasmado con su belleza Prefiero el cielo estrellado antes que un techo, la senda oscura y difícil que conduce a lo desconocido antes que una carretera de asfalto, y la profunda paz de la naturaleza antes que el descontento que alimentan las ciudades.
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Sin embargo, a diferencia de McCandless, llevo en mi mochila un mapa a escala 1:100.000 (es decir, en el que un centímetro representa un kilómetro). El mismo reproduce con todo detalle la zona e indica que a 800 metros de donde estoy hay una estación fluviométrica
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Me comentó que Chris «había nacido en el siglo equivocado». «Esperaba más aventura y libertad de la sociedad actual de la que ésta podía proporcionarle.» Lo que McCandless deseaba cuando llegó a Alaska era vagar por tierras inexploradas.
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Alaska ejerce una atracción magnética sobre los soñadores pero la naturaleza es un lugar despiadado, al que le traen sin cuidado las esperanzas y anhelos de los viajeros. Porque cuando llegan y se encuentran de verdad en medio de las montañas...ya sabe, es otra historia. La vida en el monte no tiene nada que ver con ir de picnic.
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En mi intento de comprender las motivaciones de McCandless, fue inevitable que terminara reflexionando sobre temas más amplios, como la fuerte atracción que ejercen los espacios salvajes sobre nuestra imaginación, el hechizo que poseen las actividades de alto riesgo para las personas con cierta mentalidad.
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Su frase exacta fue: “Me parece que voy a desaparecer por un tiempo”. He decidido que me dejaré arrastrar por la corriente de la vida durante un tiempo. La libertad y la simple belleza de la vida son algo demasiado valioso como para desperdiciarlas...una vida en la que sería libre y podría sumirse en una experiencia desprovista de filtros.
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Es en las experiencias y recuerdos, en el inconmensurable gozo de vivir en el sentido más pleno de la palabra, donde puede descubrirse el significado auténtico de la existencia. ¡Dios, qué fantástico es estar vivo! Gracias, gracias.
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Quiero repetirte los consejos que te di en el sentido de que deberías cambiar radicalmente de estilo de vida y empezar a hacer cosas que antes ni siquiera imaginabas o que nunca te habías atrevido a intentar. Sé audaz. Son demasiadas las personas que se sienten infelices y que no toman la iniciativa de cambiar su situación porque se las ha condicionado para que acepten una vida basada en la estabilidad, las convenciones y el conformismo. Tal vez parezca que todo eso nos proporciona serenidad, pero en realidad no hay nada más perjudicial para el espíritu aventurero del hombre que la idea de un futuro estable.
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El núcleo esencial del alma humana es la pasión por la aventura. La dicha de vivir proviene de nuestros encuentros con experiencias nuevas y de ahí que no haya mayor dicha que vivir con unos horizontes que cambian sin cesar, con un sol que es nuevo y distinto cada día. Si quieres obtener más de la vida, Ron, debes renunciar a una existencia segura y monótona. Debes adoptar un estilo de vida donde todo sea provisional y no haya orden, algo que al principio te parecerá enloquecedor. Sin embargo, una vez que te hayas acostumbrado, comprenderás el sentido de una vida semejante y apreciarás su extraordinaria belleza
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Mucho me temo que en el futuro seguirás teniendo las mismas inclinaciones y te perderás todas las maravillas que Dios ha puesto en este mundo para que el hombre las descubra. No eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada, renueva cada día tus expectativas. Aún te quedan muchos años de vida, Ron, y sería una pena que no aprovecharas este momento para introducir cambios revolucionarios en tu existencia y adentrarte en un reino de experiencias que desconoces. Sólo tenemos que ser valientes, rebelarnos contra nuestro estilo de vida habitual y empezar a vivir al margen de las convenciones.
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Si esta aventura termina mal y nunca vuelves a tener noticias mías, quiero que sepas que te considero un gran hombre. Ahora me dirijo hacia tierras salvajes.
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Yo soy así, y también Ed Abbey. Me parece que ese joven, McCandless, también lo era. Nos gusta la compañía, ¿sabe?, pero no podemos permanecer con la gente demasiado tiempo. Así que nos marchamos, desaparecemos, regresamos una temporada y luego volvemos a desaparecer. Aunque Everett era un poco raro —concede Sleight—. Diferente, podríamos decir. Ahora bien, tanto él como McCandless intentaron al menos seguir sus sueños. Esto era lo sensacional de esos chavales. Lo intentaron. Pocos lo hacen.
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La confusa carga que comporta la vida cotidiana —los descuidos y olvidos, las facturas sin pagar, las oportunidades perdidas, el polvo debajo del sofá, la inexorable dependencia de los genes— queda olvidada temporalmente, borrada de tus pensamientos por la arrolladora claridad de la meta y la seriedad de la tarea en curso. En tales momentos te invade algo que se asemeja a la felicidad, pero no es un sentimiento en el que puedas confiar para seguir adelante.
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McCandless aprendió demasiado tarde uno de los axiomas fundamentales (e inapelables) a que debe someterse el viajero que pretende adentrarse en las tierras del Norte: que la mejor estación para recorrerlas a pie no es el verano, sino el invierno
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No pretendía arrancarlo de ahí, lo que quería era que compartiésemos algo diferente: Un lugar en el que ambos fuésemos extranjeros, donde conociésemos la sensación de la lejanía y de la exploración. Utilicé todas las posibles técnicas de persuasión, pero siempre tenía dudas e indecisiones. Que si le dolía una rodilla o no tenía dinero, que si su coche estaba averiado. Se convirtió en la comprensión de que hay que acostumbrarse a un ritmo diferente del tiempo. Hay personas que no buscan nada lógico como el dinero, no puedes comprarlos, intimidarlos, convencerlos ni negociar con ellos, hay hombres que solo quieren descubrir la otra versión del mundo
Salvaje - Wild
Kilian Jornet
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Saqué el mapa y la brújula, y me orienté. O creí orientarme: mi aptitud para encontrar mi posición aún era poco fiable. Seguí un camino, pero este me llevó a otro, y a otro más, hasta que ya no recordaba con claridad si ya había pasado antes por allí o no.
Ahora me dirijo hacia tierras salvajes, para vivir en plena naturaleza
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El hecho de que se sostuviese en pie de ese modo en lugar de desplomarse a un lado, como otras mochilas, me procuraba un leve y extraño consuelo. Me habían aconsejado que cargara mi mochila tal como lo haría para emprender mi viaje y que hiciera una excursión de prueba. -Gracias por traerme -dije, deseando que se marchara para que no presenciara mi humillante número de la operación de carga de la mochila. De vez en cuando me detenía y me agachaba para apoyar las manos en las rodillas y desplazar el peso de la mochila y dar alivio a los hombres antes de seguir adelante, tambaleándome.
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Más tarde, mientras leía en el saco de dormir, se me congeló un dedo aunque me cambiaba el libro rápidamente de una mano a otra e introducía la mano desocupada en el calor del saco.
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Mientras sostenía el piolet. Hay dos bordes -prosiguió-. El lado romo es la hojuela. Sirve para excavar el apoyo para el pie. Y el otro lado es la pica. Sirve para salvar el culo cuando resbalas por la ladera de la montaña. -Hablaba en un tono como dando por sentado qur yo eso ya lo sabía y sencillamente repasara los rudimentos antes de empezar.
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Yo nunca había vivido una tormenta en la montaña. “No tengo miedo”, me recordé mientras me metía en la tienda sin cenar, sintiéndome demasiado vulnerable en el exterior, pese a saber que la tienda me ofrecía poca protección
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Cada noche anhelaba el refugio de mi tienda, la mínima sensación de que algo me protegía del resto del mundo; no es que me librara del peligro, sino de la propia inmensidad. Me encantaba la penumbra tenue y bochornosa de mi tienda, la acogedora familiaridad con que disponía mis pertenencias en torno a mí cada noche.
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Durante la primera semana de mi andadura, a menudo el agotamiento me impedía leer más de una o dos páginas antes de quedarme dormida, pero conforme me fortalecí, leía más, deseosa de huir del tedio de mis días. Y cada mañana quemaba lo que había leído la noche anterior.
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Cuando de repente tuve la necesidad de hacer lo que en mi cabeza llamaba “ir al baño”, si bien allí ir al baño significaba mantenerme en cuclillas sin apoyo para poder cagar en un agujero abierto por mí misma. La idea no me entusiasmaba, pero ese era el procedimiento de los mochileros, así que no había otra.
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Había imaginado interminables meditaciones ante puestas de sol o mientras contemplaba los inmaculados lagos de montaña. Creí que derramaría lágrimas de aflicción catártica y de alegría reparadora cada día de mi viaje. En lugar de eso, sólo gemía, y no porque me doliera el alma. Era porque me dolían los pies y la espalda, así como las heridas aún abiertas en la cadera.
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Nadie nos dijo que fuéramos, nadie nos dijo que lo intentáramos, nadie nos dijo que sería fácil. Alguien dijo que somos nuestros sueños, que si no soñamos estamos muertos. Nuestros pasos siguen el instinto que nos lleva a lo desconocido, no miramos los obstáculos que hemos superado sino aquellos que vamos a superar. No se trata de ser los más rápidos, los más fuertes o los más grandes. Se trata de ser nosotros mismos. No somos ni corredores, ni alpinistas, ni esquiadores, ni tan solo deportistas, somos personas. No estamos seguros de conseguirlo pero estamos convencidos de conquistar la felicidad. ¿Qué buscamos? ¿Quizás vivir?"
Vivir para sentirse vivo
Tocando el vacío
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En este proyecto puedo experimentar de modo maximizado todos los factores que buscaba en mis viajes.. El entorno único, y extremo de….la dureza y singularidad del objetivo...la complejidad de la preparación y la ejecución, y por encima de todo, la oportunidad de haberlo podido vivir en soledad, que provocó en mí un alud de reflexiones que he intentado plasmar en este libro.
Ahora me dirijo hacia tierras salvajes, para vivir en plena naturaleza
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Pero en ellos no explico detalladamente la aventurilla en cuestión, sino que utilizo el hilo argumental de este acontecimiento para expresar alguna de las ideas y conceptos que forman parte de mí como persona, tanto aquí, en el entorno cotidiano, como allí, en un ámbito extremo y conectado con la naturaleza más pura y lejana.
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Creo que puede ser de interés para todo el que comparta, de un modo u otro, una mínima inquietud para vivir con pasión todo lo que forma parte de nuestra existencia.
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Son solo opiniones y reflexiones que hice en un momento especial de mi vida, aunque acumuladas a partir de una experiencia y una trayectoria bastante prolongada.
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El principal valor de este libro es que cuanto se recoge en él es cierto porque brota de una vivencia muy intensa, vivida realmente, y eso debe de tener cierto peso en un mundo abarrotado de divulgadores y charlatanes de todo tipo, que casi siempre hablan de cosas que no han vivido realmente.
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Me hallaba tendido dentro de mi saco de dormir. Estar en una tienda tiene una peculiar cualidad de anonimato: una vez cerrada la cremallera y oculto a la vista del mundo exterior, desaparece todo sentido de ubicación.
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Cuarenta y seis personas nos apretujábamos de un desvencijado autobús de solo 22 plazas y no nos resultaba muy reconfortante ver en las cunetas un gran número de mojones dedicados a conductores muertos junto a sus pasajeros. En el trayecto hubo que cambiar una rueda pinchada con la ayuda de un pico.
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Planificamos nuestras próximas escaladas de entrenamiento antes de jugar a las cartas hasta muy entrada la noche.
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Pese a todos nuestros esfuerzos para eliminar peso, las mochilas iban a ser una incómoda carga. Llevábamos una selección de material mucho mayor que en los pasados intentos. La tienda de vivac era demasiado voluminosa y decidimos dejarla abajo confiando en encontrar buenos lugares para hacer cuevas de nieve, los tornillos de hielo, crampones, piolet, el material de roca, los hornillos, el gas, la comida y los sacos de dormir suponían una carga desalentadora.
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Fui consciente de haber perdido el control, dejando que el miedo se adueñara de mí.
Dios mío! Me bloqueé como un estúpido en ese tramo
Ya me di cuenta
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La nieve y las nubes se fundían en una vaga blancura. Era incapaz de ver la diferencia entre la nieve y el cielo a más de metro y medio de distancia.
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Desde que partimos de la cumbre la tarde anterior no habíamos bajado más de 350 metros, en lugar de recorrer todo el camino de vuelta hacia el glaciar en 6 horas como habíamos calculado. Comencé a sentirme inquieto. Me agobiaba la necesidad de concentrarme constantemente. La montaña había perdido su atractivo y su novedad, y yo deseaba bajar de allí tan pronto como fuera posible.
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Me parecía razonable. Realista. Así eran las cosas, y yo podía perseguir un objetivo. Si moría, pues bien, no había de qué sorprenderse, pero al menos no me habría quedado sentado esperando que sucediera. Ahora tendría la oportunidad de enfrentarme y luchar contra ella
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Curiosamente resultaba refrescante poder enfrentarse a elecciones simples. Me hacía sentir despierto y alerta, y al contemplar la tierra extendida en la distante neblina vi reflejado mi propio papel, con mayor claridad y honradez que nunca. Jamás había estado tan completamente solo y ello me alarmaba, pero también me daba fuerzas. Durante un rato me sentí exaltado por la adrenalina que me recorría. La visión de lo que me esperaba enfrió pronto mi emoción. Aquello agudizó mi percepción para apreciar clara y nítidamente los hechos entre la masa de pensamientos inútiles que llenaban mi cerebro, y para comprender la importancia de estar ahí, vivo y consciente, capaz de cambiar las cosas. Había silencio, nieve y un claro cielo vacío de vida y yo estaba allí sentado, aprehendiendo todo, aceptando aquello que debía intentar
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Hoy tenía que ser diferente. Decidí que 4 horas debían bastar para llegar al callejón. Las doce de mediodía eran mi límite. Trataría de descomponer aquellas horas en etapas cortas, cada una de ellas cuidadosamente cronometrada. Busqué frente a mí la primera referencia: un elevado pilar de roca roja que destacaba claramente sobre el mar de bloques. Media hora para llegar allí, y después buscaría otra referencia.
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Mi reacción fue de interés. Había olvidado lo hermosa que son aquellas montañas y me di cuenta de pronto de que, a pesar de llevar veinte años subiendo montañas por el mundo, la cordillera Huayhuash seguía siendo la más hermosa que habían visto mis ojos. Y me hizo sonreír.
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Y entonces vi la cara oeste del Siula Grande y sentí un pinchazo de miedo. Era más grande e imponente de lo que recordaba. Y mucho más intimidante. Me hizo preguntarme sobre el tipo de persona que fui hace todos esos años. Debía ser atrrevido, ambicioso e incluso estar un poco loco para plantearme subir algo así. Y me asusté. ¿Dónde habían ido a parar toda aquella pasión y aquellas ganas? ¿Cómo perdí esa sensación de invencibilidad, fruto de la juventud, el exceso de testosterona y la falta de imaginación?
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Viajar ligero
John Muir, Mountains of California
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Al escribir comprendo algo importante: el recorrido perfecto es aquel en el que, al final, ya no tienes nada que dejar, te has deshecho de todo. Y nadie a quien dar, nadie siente dolor por tu muerte. Solo así puedes irte en paz de verdad, igual que se va un soplo de viento. Pero el problema es que la vida acaba cuando menos te lo esperas. Sin nada viniste y sin nada te irás. También lo dicen en Nápoles: El último traje no tiene bolsillos. Tratad de vivir con equipaje de mano.
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Pero antes hay que ponerse en marcha, ya que la objeción principal sería esta: ni maleta grande, ni mochila, me quedo en casa, ¿Dónde encontrar la motivación?
Los blancos móviles son más difíciles de alcanzar. Si te mueves serás más difícil de abatir. Si te quedas en la misma casilla, mismo barrio, trabajo, grupo familiar, ese gran tirador que es el destino dispondrá de más facilidades para afinar la puntería. Y por tanto, recomiendo desplazamientos rápidos y frecuentes. Hacerlo con muchas maletas llenas a reventar es una hazaña imposible.
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En 1919, el psiquiatra húngaro Sándor Ferenczi publicó un artículo titulado “La neurosis del domingo”, donde hablaba de pacientes con síntomas recurrentes: de la exaltación de la vigilia a la depresión subsiguiente. Es una métrica incesante que ha copado la existencia de quien vive en occidente hasta que me fui a vivir a El Cairo. Allí, de repente, el domingo era viernes, el día sagrado del islam. Si hubiera cruzado la frontera para ir a Tel Aviv, el viernes se habría convertido en sábado, el día sagrado del judaismo.
Las religiones, las civilizaciones, los gobiernos usan el calendario como instrumento de poder, ya que el poder sumo es el control del tiempo. Pero son subdivisiones que no existen en la naturaleza, porque el tiempo, simplemente fluye.
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Cuento esta historia porque enseña que perder implica una oportunidad. Y en lugar de eso, tenemos miedo de perder y/o perdernos. En todas las latitudes, perder o perderse son verbos prohibidos. Estamos rodeados de indicaciones, rótulos en las calles, navegadores por satélite, mapas en los teléfonos móviles. Un dia conocí a Tony Wheeler, creador de las guías Lonely Planet, las guías de viaje más famosas del mundo, y le escuché decir: La mayoría de veces he encontrado lo que buscaba al perderme.
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Una mudanza es el peor de los traumas después de un luto. Te hace descubrir cuantas cosas inútiles tenías. Sintetizando, la mudanza es un trauma liberador. ¿Hace falta mudarse para darse cuenta de que solo necesitas la mitad de la ropa que tienes, que decenes de libros que has leído y no te han gustado son un estorbo para las estanterías? ¿Es necesario perder a alguien para admitir que por la noche un abrazo vale más que un cambio de carrera?
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Si te quitan tu historia no te hacen daño, te dan la posibilidad de volver a empezar. Todos vivimos en reconstrucción permanente. Nunca pienso en las cosas que ya no puedo hacer, pienso en todas las que todavía puedo hacer. Es otra forma de estar en el mundo. No he perdido nada. Solo importa lo que todavía puedes ser. Olvida. Y pasa página.
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¿sabes? al principio lo conservas todo. Te parece que cualquier cosa es irrenunciable. Absolutamente todo. Un trozo de lápiz amarillo te recuerda a una noche que pasasteis juntos subrayando un libro de filosofía, lo guardas, lo miras, piensas que tirarlo sería una lástima. O peor todavía, una traición.
Luego, poco a poco comprendes que no te sirve de nada, que puedes prescindir de todo, de las entradas de cine, de los discos, incluso de las fotografías. Lo último a lo que renuncias son las cartas, esas las guardas en un cajón. Con llave, incluso. El resto no es que lo tires, sino que lo dejas ir, gastas el lápiz, pierdes la entrada, comprendes que el único archivo que importa es tu memoria, lo tienes todo ahí.
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Confío en la memoria como selección. Aquello que no retiene, evidentemente no valía la pena que se incluyera en mi pieza. Opino que la memoria es lo único que importa en la vida. Memoria en el sentido de la vida participada y vivida. Es mejor confiar en la memoria, mantenerla ejercitada: es un aliado precioso e insustituible, pero sobre todo, es el único contendedor indispensable.
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El escritor americano Kurt Vonnegut decía que cuando seamos felices, prestemos atención. En un discurso a los recién licenciados de una universidad de Georgia habló de su tío Alex, un hombre que consideraba deprorable la incapacidad de los seres humanos de darse cuenta de su felicidad, de poner un marcapáginas en las páginas más bellas de sus vidas.
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Mucha gente, demasiada gente tiene el doble de cosas de las que necesita. Algunos, es cierto, el cuádruple. Estoy hablando de las infinitas, casi todas erróneas, declinaciones del verbo poseer. Que para mí significa: ser poseído. Crees que es un verbo activo, pero en realidad es pasivo. Quien posee no es feliz. Aunque para lograrlo se haya sacrificado, haya sufrido, soñado, hecho realidad.
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Joseph Heller, autor de a novela Trampa 22, pasea por el jardín de una villa en Long Island donde lo han invitado a la fiesta de un multimillonario. Le preguntaron: Joe, cómo te sientes sabiendo que solo en el día de ayer probablemente el dueño de la casa ganó dinero que las ventas generadas por su famoso libro en todo el mundo durante los últimos cuarenta años?
Respuesta: Yo tengo algo que él nunca podrá tener.
¿Y qué es, Joe?
La conciencia de tener bastante.
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Patrick Pichette, vicepresidente de la multinacional Google., está observando con su mujer Tamar una puesta de sol desde la cima del Kilimanjaro. Ambos están embelesados por las vistas. Ella pregunta: Por qué no continuamos el viaje hasta el fin de nuestros días. Pueden hacerlo. Tienen más de 50 años y una pensión garantizada, además de imponente. Él duda: Todavía no es el momento. Después, más tarde, cambia de parecer. Ha hecho lo suficiente, ha tenido lo bastante. Google puede continuar sin él y él sin google. Desconecta. Se va a buscar otras puestas de sol. Me dije: Si has tenido bastante, coge la vida y llévatela de paseo, de la mano, con todo el amor que queda. Lo he hecho porque he podido. Lo habría intentado incluso si no hubiese podido.